La industria musical ha sido durante mucho tiempo muy susceptible a la influencia de la tecnología, así como a la evolución de las generaciones. Entonces, ¿cómo ha afectado esto tanto a los artistas como a los oyentes?
En el pasado, descubríamos la música a través de la radio, comprábamos álbumes y los escuchábamos miles de veces. Hoy en día, en la era de las plataformas de streaming, tenemos acceso a una enorme biblioteca de canciones al alcance de la mano, con algoritmos que nos sugieren qué debemos escuchar a continuación. Entonces, ¿la tecnología realmente nos ha abierto nuevas posibilidades o nos ha atrapado en cámaras de eco musicales?
Vivimos en una época en la que la tecnología domina casi todos los aspectos de nuestras vidas. Cada día pasamos horas con nuestros teléfonos, computadoras y televisores, sumergiéndonos cada vez más en la realidad virtual. Sin embargo, la pandemia nos ha recordado claramente lo difícil que puede ser la vida sin la interacción cara a cara.
El rápido avance de la tecnología tampoco ha pasado por alto a la industria musical. Las herramientas modernas apoyan el trabajo de los productores, ingenieros de sonido y profesionales de las actuaciones en vivo. Pero hoy nos centraremos en un aspecto más cotidiano de este cambio: las plataformas de streaming.
Plataformas de streaming
El auge de los servicios de streaming, los algoritmos y las redes sociales ha influido significativamente en nuestros hábitos de escucha musical. Vale la pena echar la vista atrás a los orígenes de esta tecnología, ya que los primeros intentos de transmitir música por Internet comenzaron ya en la década de 1990. Sin embargo, fueron plataformas como Pandora (2000) y Spotify (2006) las que marcaron un antes y un después, triunfando gracias a sus modelos de suscripción y al acceso gratuito a cambio de anuncios. Otras plataformas como YouTube (2005), SoundCloud (2007) y Bandcamp (2008) también desempeñaron un papel crucial, convirtiéndose en espacios clave para descubrir nueva música.
El streaming también ha transformado la forma en que consumimos música. En lugar de comprar álbumes individuales, los oyentes ahora tienen acceso a vastas bibliotecas musicales por una cuota mensual fija. Este cambio ha tenido un gran impacto en los artistas y las discográficas: mientras que antes las ventas de álbumes eran la principal fuente de ingresos, hoy en día la atención se centra en las reproducciones y la inclusión en listas de reproducción populares.
Según un informe de 2023 de la ZPAV, el streaming generó 516,8 millones de PLN en ingresos, lo que representa el 99,4 % de las ventas digitales y el 77 % de las ventas totales de música. El informe completo se puede consultar aquí:
https://zpav.pl/aktualnosc.php?idaktualnosci=2105.
Entre 2010 y 2020, plataformas como Spotify, Apple Music y Tidal llegaron a dominar el mercado de la distribución musical. Según el Informe Global de la Música de la IFPI, en 2020 los ingresos de la industria musical mundial crecieron un 7,4 %, impulsados por un número cada vez mayor de suscriptores. En Polonia, durante el mismo periodo, el 41 % de los adultos utilizaba servicios de streaming y el número de suscripciones de pago aumentó un 24 %.
Las plataformas de streaming se basan en algoritmos que analizan nuestras preferencias: qué escuchamos, durante cuánto tiempo y a qué hora del día. A partir de estos datos, sugieren nuevas canciones, generan listas de reproducción personalizadas como «Daily Mix» o «On Repeat» y promocionan contenidos diseñados para mantenernos interesados. Para algunos, es una forma cómoda de acceder a su música favorita; para otros, es un método centrado en maximizar el número de reproducciones.
Esto tiene claras ventajas e inconvenientes. Por un lado, los algoritmos facilitan el descubrimiento de nuevas canciones y artistas dentro de nuestros géneros preferidos. Por otro, existe una creciente preocupación por las burbujas algorítmicas que limitan la diversidad musical y mantienen a los oyentes dentro de sus zonas de confort. Solo un esfuerzo consciente permite explorar nuevos sonidos, pero no todo el mundo está dispuesto a dar ese paso.
Nueva cultura
Las redes sociales desempeñan actualmente un papel fundamental en la industria musical. Se han convertido en el principal canal de comunicación entre artistas y fans, así como en una herramienta promocional clave. Plataformas como Facebook, Instagram y, especialmente, TikTok tienen un gran impacto en la popularidad de las canciones. TikTok, en particular, ha demostrado ser muy eficaz a la hora de convertir clips virales en reproducciones en plataformas musicales.
Sin embargo, este fenómeno también tiene su lado negativo. Cada vez más, los artistas se centran en crear fragmentos cortos y pegadizos que tengan el potencial de volverse virales, en lugar de desarrollar composiciones completas.
Nuestros hábitos de escucha musical también han cambiado significativamente. En el pasado, la gente compraba álbumes físicos, los escuchaba completos y analizaba las letras y el sonido en profundidad. Hoy en día, los primeros segundos de una canción son cruciales: si no llaman la atención, se pasa a la siguiente. Predomina la cultura del sencillo y los álbumes completos se pasan cada vez más por alto. La escucha pasiva también se ha vuelto más común: la música suele sonar de fondo mientras trabajamos, hacemos ejercicio o nos reunimos con amigos, lo que nos lleva a elegir canciones que no interrumpan esas actividades.
No hay duda de que la tecnología ha transformado por completo la forma en que escuchamos y descubrimos la música. Gracias al streaming, tenemos acceso a una biblioteca de canciones casi ilimitada, mientras que los algoritmos y las redes sociales nos ayudan a descubrir nuevos artistas. Al mismo tiempo, como oyentes, debemos ser más selectivos a la hora de elegir lo que consumimos, ya que ahora cualquiera puede publicar su música en línea. Nuestra capacidad de concentración ha disminuido y las tendencias virales están configurando cada vez más el panorama musical. Puede parecer que los algoritmos y las redes sociales están reduciendo la diversidad al promover música diseñada para un consumo rápido.
El mundo todavía está aprendiendo a navegar por esta nueva realidad. No todo funciona a la perfección, pero existe un claro deseo de crecimiento y mejora. La clave estará en encontrar la dirección correcta y, como demuestra la historia, eso a menudo requiere ensayo y error.