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Cuándo la experiencia se vuelve imprescindible en el arte. Carmen Hernández Curadora de arte latinoamericano.

Carmen Hernández, una mujer nacida en Chile y residenciada en Venezuela desde la década de los 70. Nos muestra una parte fundamental del arte, lo importante del conocimiento y la experiencia de la curaduria.

Astrid: ¿Cuándo entraste al mundo del arte y cómo?

Carmen: Desde muy joven me entretenía dibujando y pintando, además de otras actividades creativas, lo cual determinó mi interés por estudiar diseño en la Universidad de Chile, donde estuve poco tiempo porque, debido a la dictadura de Augusto Pinochet, mi familia tuvo que salir del país y me residencié en Venezuela en 1978. En Caracas quise continuar mis estudios de diseño, pero debido a que las instituciones del área eran privadas y costosas, no pude lograr esta meta. Entonces ingresé a la Universidad Central de Venezuela, que era prácticamente gratuita, y estudié Artes, mención Artes plásticas, una carrera teórica que me permitió incursionar en el campo curatorial desde 1988, debido al apoyo de algunos de mis profesores que valoraron mi capacidad crítica y escrituraria. Luego cursé maestría y doctorado sin desligarme de la labor reflexiva sobre las artes visuales y hoy en día combino éste quehacer con el diseño artesanal, con lo cual me siento muy contenta debido a que no he abandonado esos impulsos creativos iniciales.

Astrid: ¿Cómo ha sido tu experiencia trabajando el arte fuera de tu país natal?

Carmen: Mi trayectoria ha sido muy gratificante pues he podido trabajar en varias instituciones como curadora, contribuyendo a estudiar y promover el arte venezolano y latinoamericano. Tuve la oportunidad de trabajar nueve años en el Museo de Bellas Artes donde aprendí mucho de profesionales con amplia trayectoria, como Iris Peruga y Anna Gradowska. Desde entonces he enfrentado diversos retos y dificultades que forman parte de la propia dinámica del campo cultural. Creo así que cada quien puede abrirse camino en el lugar que elija como su hogar, pues la constancia es lo más importante. Aunque tengo muchos años fuera de mi país natal, no me he desligado totalmente. Mi tesis de maestría la dediqué a estudiar el escenario chileno porque sentía un compromiso ético e  intelectual con el período de la postdictadura que tanto aportó a la renovación de la literatura y del arte contemporáneo desde un sentido crítico y contracanónico. Ese trabajo fue publicado en 2011 con el título Insubordinación: Diamela Eltit y Paz Errázuriz: urgencia y emergencia de una nueva postura artística en el Chile postgolpe (1983-1994). No he descartado la posibilidad de regresar a Chile donde conservo afectos importantes, porque a pesar de que siento a Venezuela como mi hogar, también mi tierra natal permanece como parte significativa de mi imaginario cotidiano e intelectual.

Astrid: De las diversas labores artísticas que desarrollas, ¿Cuál te hace sentir más cómoda?

Carmen: Me gusta mucho la escritura porque invita a revisar nuevas perspectivas sobre el arte y la cultura. La escritura y la lectura van de la mano en la búsqueda de múltiples horizontes que nos lleven a ver todo aquello que no hemos apreciado oportunamente y que puede contribuir a imaginar un mundo más armónico. El conocimiento sobre el arte como práctica simbólica nos obliga a asumir la duda como premisa pues la creatividad no tiene límites. No creo en los determinismos a priori como las categorías estéticas o los juicios valorativos canónicos. Creo en la capacidad creativa que es capaz de transformarse constantemente para evitar la despolitización institucional y conservar el sentido festivo de la polisemia de la imagen que nos interpela solidariamente a todos. Esto también sucede con la creación y por eso el trabajo artesanal de mis diseños también representa una aventura que nos confronta a ir más allá de lo establecido.

Astrid: Como docente ¿Cuál crees que sea el mayor impulso para los artistas emergentes en Venezuela? 

Carmen: La labor docente debe estimular en los estudiantes de arte la ruptura con los prejuicios establecidos para que así, libremente, puedan enfrentar la aventura de construir su propia conciencia del contexto en que se va a insertar su trabajo creativo. Es importante que los jóvenes conozcan las negociaciones simbólicas que deben afrontar en el campo artístico que todavía sigue siendo diferenciador y jerárquico en términos valorativos, y también es necesario que adquieran claridad sobre la potencialidad de sus propuestas. Hoy en día en Venezuela hay pocos espacios para que las y los jóvenes artistas exhiban sus trabajos y tal vez por eso, muchos se han ido del país. Pero mientras emergen nuevos espacios, es importante que ellas y ellos se agencien estrategias para darse a conocer y las redes sociales representan un espacio expedito que va más allá de las fronteras territoriales.

Astrid: ¿Has participado en eventos, foros, exposiciones fuera del país?

Carmen: He presentado curadurías y conferencias en varios países, generalmente por invitación, como en Bogotá, Ciudad de México, La Haya, La Plata, Lima, París, Santiago de Chile, Porto Alegre, Quito y São Paulo.  Mi última experiencia ha sido la curaduría de la Trienal de Tijuana. I Internacional Pictórica que ha representado un reto importante porque este evento fue concebido como una estrategia reflexiva e interdisciplinaria sobre lo pictórico, como signo relacional y dialógico que va más allá del narcisismo individualista para centrarse en el contexto, lo cual resulta disruptivo con relación al legado formalista que ha afectado a la pintura como disciplina y a otras prácticas artísticas que todavía se inclinan por un ensimismamiento favorable al mercado del arte. Hoy en día el arte representa una forma de conocimiento comprometida con el contexto territorial, social y simbólico, que también puede reflexionar sobre el propio campo artístico, desafiando determinismos y posturas canónicas, como la supuesta evolución de los estilos y las categorías sostenidas sobre asuntos técnicos y no relacionales.

Astrid: ¿Cuál es tu opinión con respecto a la explosión actual de galerías virtuales y de mero arte digital?

Carmen: Creo que el mundo virtual hoy en día nos abre un enorme abanico de posibilidades para estimular intercambios de experiencias y dar a conocer la diversidad de propuestas artísticas que se producen en todas partes del mundo, muchas de las cuales no podríamos conocer de manera material porque posiblemente no obedecen a ciertos parámetros preestablecidos por las instituciones artísticas. Por ejemplo, los videoperformances no son comúnmente exhibidos en museos y galerías porque son difíciles de ajustarse a ciertas reglas de mercado, sobre todo cuando  representan críticas a diversos mecanismos de violencia que pueden considerarse como de “mal gusto”. Los mecanismos de exhibición y conocimiento se han expandido y eso puede permitir una amplia dialogicidad de conocimientos que pueden ampliar la visión que tenemos de los demás y de nosotros mismos. Felicito ese tipo de iniciativas que le otorgan al arte un sentido más simbólico y social que el mero fetichismo de la mercancía.

Astrid: ¿Cuál ha sido tu experiencia de trabajo Post-pandémica?

Carmen: Mi trabajo no ha cambiado mucho pues mis clases las he continuado dictando por vía digital. Si se cuenta con éstas herramientas, se facilita el encuentro ya que se evitan los traslados de un lugar a otro y se supera la carencia de equipos de videoproyección ya que las aplicaciones para videoconferencias permiten compartir todo tipo de imágenes y documentos. Lo importante es estimular la sociabilidad lo cual no se riñe con estimular los encuentros físicos con responsabilidad. Hoy más que nunca se debe abogar por una conectividad global que nos permita comunicarnos de manera efectiva y segura. El conocimiento es la base de la buena salud. Toda esta situación debe llevarnos a reconocer la importancia de conservar nuestro ambiente y a nosotros mismos pues el aislamiento no es saludable.

Astrid: ¿Tienes algún artista que admires o te sea influyente?

Carmen: Hay muchos y muchas artistas de todos los tiempos que admiro. Tuve el honor de trabajar con dos artistas a quienes aprecio intelectualmente por su sentido crítico, sencillez poética y generosidad: el colombiano Antonio Caro y el venezolano Javier Téllez. En la actualidad me inclino por el trabajo de muchas mujeres que han asumido el reto de poner en duda, con agudeza y creatividad, aquellos valores establecidos como “verdades” que nos separar y que obedecen a mecanismos de poder de orden patriarcal y colonialista asociados con la modernidad como proyecto civilizatorio. Una de mis favoritas es la chilena Lotty Rosenfeld, quien falleció en 2020. Su trabajo mantuvo un sentido desafiante durante toda su trayectoria. También admiro los trabajos de Barbara Kruger, Suzanne Lacy, Tracey Emin, Pipilotti Rist, Mariko Mori, Sam Taylor Wood, Corinne Noordenbos… y entre las latinoamericanas hay muchos nombres pero solo mencionaré a algunas: la cubana Tania Bruguera, la mexicana Daniela Rossell, la guatemalteca Regina José Galindo, la argentina Kuki Benski y las venezolanas Antonieta Sosa, Argelia Bravo, Deborah Castillo y Sofía Saavedra.

Astrid: ¿Alrededor de cuántas exposiciones han sido curadas por ti?

Carmen: Creo que he realizado alrededor de unas 45 curadurías desde 1988, algunas individuales y otras colectivas. Algunas me han dado mucha satisfacción porque han contribuido a ampliar los horizontes interpretativos del arte como Desde el cuerpo: alegorías de lo femenino, presentada en 1998 en el Museo de Bellas Artes de Caracas. Creo entonces que es importante asumir esta labor con responsabilidad porque sin proponérselo, una curaduría puede fortalecer los cánones establecidos (muchas veces formalistas y androcéntricos). La curaduría representa una ética intelectual autocrítica que en primer lugar debe reconocer las tramas de poder que constituyen el tejido cultural y que determinan “distinciones” no solo discursivas, sino sociales y de género. Por ello, cuando se abordan prácticas críticas y efímeras como el grafiti o el performance de calle, se deben respetar las condiciones disruptivas que los configuran, y no simplemente exhibirlos como “fetiches” en el cubo blanco que descontextualiza su sentido subversivo.

Astrid: ¿Harías esto por el resto de tu vida?

Carmen: No estoy segura de que existan las condiciones para continuar trabajando la curaduría, por lo menos en Venezuela, ya que este oficio está devaluado porque se ha producido un proceso de desprofesionalización institucional que obedece tanto a la diáspora de nuestros intelectuales, a la difícil situación económica y al desconocimiento sobre éste campo investigativo. Aunque académicamente se estudia la museología en algunos organismos educativos, la curaduría es vista como “colgaduría” (término acuñado por el curador Félix Suazo) y cualquier persona puede ejercerla como un oficio técnico por indiferencia al compromiso ético con ese campo de conocimiento que exige sentido crítico, debido a que la curaduría representa una labor interpretativa y creativa inmersa en la teoría y la práctica artística. La publicación de investigaciones en el campo del arte en nuestro país es escasa (impresa y digital) y los textos que escriben los curadores quedan sometidos solo al juicio de los espectadores que visitan los espacios de exhibición. En un panorama donde no se estimula la critica de arte, no es fácil intentar hacer una curaduría que obedezca a criterios investigativos que representen aportes y estimulen la reflexión dentro del campo artístico más allá de los parámetros establecidos. Sin embargo, no pierdo la esperanza porque todavía contamos con artistas, investigadores y gestores culturales de que tienen mucho que aportar.

Mil gracias a Carmen por permitirme poder realizarle ésta entrevista, para mí es un honor siempre poder compartir con personas realmente interesantes y aprender de ello.
Te invito a seguirla en sus redes sociales.

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